Luna de lobo

Hoy la luna llena se elevó radiante, orgullosa, deslumbrante, opacando a cual estrella que se le ocurriera asomarse en el manto nocturno; algunos faroles decidieron apagarse para evitar que la Reina de la noche se molestara creyendo que su intento de dar luz era un reto a ella, por eso mismo varias calles eran alumbradas solo por el astro.

Lorena caminaba el último tramo solitario antes de llegar a su casa, pese a la falta del alumbrado se sintió segura con aquella luz de Luna, tanta calma había que se escuchaba como arrastraba sus pies como cada fin de jornada junto con el palpitar de su corazón, igual de cansado por la monotonía. Había ocasiones que creía escuchar el tic tac de su reloj de pulsera y a veces se distraía aguantando la respiración esperando ver si se emparejaba al ritmo de su corazón.

En medio de aquel juego se dio cuenta de que el reloj se había parado, llevó su muñeca al oído, no había sonido alguno y la falta de luz artificial le impedía cerciorarse de aquel evento, después puso mayor atención ante su palpitar, estaba intacto, miro alrededor y parecía estar todo como antes, de por si la calle solía ser tranquila, pero había algo que la tenía inquieta.

Se escuchó un aullido.

Lorena detuvo de nuevo su andar, aquel sonido se escuchaba lejano, sonaba diferente al aullar del perro de sus vecinos, volvió a caminar, faltaba poco para llegar a casa, aunque la verdad sentía que ya debería estar llegando a la puerta de su hogar. Fue ahí cuando alzó la vista y lo vio, un lobo gris que medía menos de un metro con mirada penetrante a tan pocos pasos. Lorena dejó de respirar, no por seguir su juego era claro, pero ahí notó que su corazón se había detenido. Sintió que la sangre se le congelaba, estaba inmovilizada, no era normal ver lobos en medio de la ciudad.

Una luz se posó sobre el lobo y un vehículo paso a lado, Lorena volvió a respirar y escucho nuevamente el tic tac de su reloj, cuando su vista se acostumbró de nuevo a la oscuridad el animal había desaparecido, miró a su alrededor pero no vio rastro alguno. Volvió a andar hacía su casa pero ahora con la imagen de aquel lobo en su cabeza, no sabía cuanto tiempo se habían mirado fijamente pero parecía que había durado horas frente a el, había quedado hipnotizada bajo su mirada y aceptó que el brillo de su pelaje le atraía a acariciarlo.

En cuanto entró a su casa revisó su reloj, calculaba la hora aproximada tomando en cuenta aquellos eventos: el que el reloj se haya detenido y el intercambio de miradas con el lobo, pero pese a ello el reloj marcó la hora a la que siempre llegaba, siempre puntual, era como si aquello nunca hubiera pasado, nadie le creería que habría encontrado un lobo a media calle, al menos el detalle del reloj era más creíble pero no era ni la mitad de interesante que la historia de su encuentro.

Aquella noche se fue a la cama intrigada, sumergiéndose en un sueño en donde los lobos corrían y aullaban siendo bañados con la luz de la luna, escuchó el tictac de un reloj y a la par el palpitar de su corazón, suspiraba, sentía gran atracción por aquella manada y mientras miraba a lo lejos a cada integrante se encontró con el mismo par de ojos que había visto hace tan solo una hora atrás, su corazón comenzó a palpitar aún más fuerte, retumbando en su cabeza y cuando menos se dio cuenta había dejado su ropa y su piel atrás, llenándose de un pelaje color de luna, corriendo y aullando, volviéndose una más de la manada.


Moonverti

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