Silencio


¿Y si estaba en lo cierto? Si las sospechas acertaban significaba que se estaba volviendo loca, ta vez era el momento de ser encerrada ahora si, la idea de quedar dormida por un cóctel de pastillas que desconocía sus nombres no parecía aterradora, quedar encerrada y bajo vigilancia constante le asfixiaba en ocasiones, pero tal vez la idea de perderse a ella misma de verdad era lo que más le aterraba, pero cuál sería la diferencia de ese momento, que no tenía control de su cuerpo. Había notado que se le estaba olvidando respirar, que no podía mantener la mirada en quien tenía enfrente, no podía dejar de temblar así como era insoportable escuchar la voz del emisario, la detestaba.

Era gracioso lo que sucedía cada que él hablaba, cada que él pronunciaba una palabra ella se encogía y le entraban ganas de vomitar y las voces volvían a aparecer en su cabeza. El detalle de las voces era aún más gracioso ya que no era la primera vez, pero no esperaba que volvieran pronto.

Cuando Amelia estaba en la secundaria empezó a escuchar ciertas voces en su cabeza, la acompañaban sobretodo en los momentos en los que quería desaparecer, sobretodo cuando él hablaba, aquellas voces la inundaban y callaban todo lo que había alrededor. Para Amelia las voces eran sus amigas.

Había leído varios libros de todo tipo en donde escuchar voces no era lo más normal, al contrario, todo estaba relacionado con alguna especie de locura o entidades oscuras, así que decidió callarse y guardar las voces como un pequeño secreto, al final no le hacían daño a nadie, nunca le pidieron lastimar a nadie... hasta el momento en el que su dolor era tan grande que una de las voces le propuso hacer un pequeño salto y dormir para siempre; fue entonces que Amelia sintió algo de temor.

Después de más de diez años de convivencia con esas voces, Amelia decidió despedirse, tal vez no le hacían daño a nadie pero le estaban impidiendo a ella disfrutar de algunas cosas, prefería encerrarse en casa y no tener que escuchar a nadie, solo acostarse y escuchar como las voces le hablaban, no había problema alguno, eran tranquilas, pero cuando Amelia se encontraba con él, las voces empezaban a alborotarse. 

"Tal vez deberías dormirte para siempre para dejar de escucharlo".

Amelia apagó las voces una noche tranquila, no supo cómo lo hizo pero al despertar a la mañana siguiente las voces ya no estaban. Quiso asegurarse y al menos los siguientes tres años no volvieron a aparecer, Amelia creyó que por fin estaba sanando todas las heridas que las voces solo se encargaban de señalarle.

Pero aquella noche, de nuevo tras las voz de él, apareció una pequeña vocecita... "... deberías de dormirte para siempre para dejar de escucharlo". Y Amelia se asustó, él se había callado y se había marchado pero la vocecita en su cabeza empezó a en listar todas las cosas que debería de hacer.

No tienes un lugar al cual llegar, solo serías una molestia; la crisis económica tal vez mejore, pero sigues estancada y eso no sirve de nada; tal vez encontraste a alguien que te quiere, pero no merece cargar con tu locura, ni tus daños, ni las heridas con las que cargas, al final de cuentas no hay quien crea que tu tristeza es real, todos dicen que es una fachada tuya, es más, todos han sufrido más que tu, no tienes por que quejarte... deberías de dormirte para siempre...

Amelia olvidó como respirar y olvidó como enfrentar a aquellas voces, ella sentía que ya lo había logrado, pero las palabras de él la habían taladrado de nuevo, como siempre, aunque ahora eran nuevas, tal vez ella nunca había sanado y si intentaba despedirse nadie la habría escuchado.

Amelia olvidó como respirar, se quedó dormida esperando que fuera para siempre para no volverlo a escuchar.

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